Atracción y educación - una pedagogía a lo Sharon Stone
por Estanislao Antelo
¿Cómo hacer que mis clases sean más atractivas?
Esta pregunta me fue formulada electrónicamente hace unos meses. No ha dejado de perseguirme. La misma es cercana a otra que me hiciera una alumna también hace unos meses ¿Cómo se deja de pensar lo que se piensa?Si hemos de ser sinceros, estas dos preguntas apuntan al centro de nuestro oficio de educadores y es por eso que se repiten de diversas formas. ¿A dónde van las cosas que damos? De eso se trata.Nosotros, atentos, dedicamos nuestro tiempo singular a calmar la vorágine que desatan estas preguntas, su amotinamiento. Motivar, interesar, despertar, a los otros. La industria de la motivación y el interés nos ha ocupado vanamente ya demasiado tiempo. Es claro que partimos, como he señalado en otra nota de esta columna, de un diagnóstico que considero equivocado: los alumnos están desmotivados, desinteresados, dormidos, apáticos, abúlicos, aburridos, etc. Esto es a mi entender, inútil. Estimo que es posible cambiar los rumbos si cambiamos el terreno en que las preguntas y los reclamos que nos hacen, se constituyen.
Veamos:En primer lugar ¿cómo hacer que mis clases sean más atractivas? La pregunta señala -por más distraído que uno trate de estar- una relación que pocas veces ha sido tomada seriamente. Atracción y aprendizaje. La sola mención del verbo atraer (traer hacia si//hacer venir a un lugar// captar la voluntad) habilita a pensar la siguiente hipótesis: El aprendizaje es del orden de la atracción. De la atracción fatal, me animaría a decir. Quiero argumentar que la fatalidad del aprendizaje remite a lo siguiente: solo podemos dar cuenta del aprendizaje una vez que ha sucedido. Como en el llamado amor. Tomo prestada aquí una idea de un Filósofo que recomiendo recorrer -obvio que por su particular atractivo-. Se llama Slavoj Zizek y habla en un momento de la paradoja de entender al amor como libre elección. Dice Zizek que el amor es una libre elección. Nadie puede obligar a otro a enamorarse. Pero tan libre es la elección que si uno se dispone a salir a la calle libremente a cometer tal cosa, sabemos que, libremente, fracasa. Solo sabemos de eso -del amor- una vez que ha sucedido y no antes. Siempre, podríamos decir, es demasiado tarde. Otro tanto ocurre con el aprendizaje ya que es claro que no podemos planificarlo con exactitud. ¿Cómo podemos planificar la atracción?, ¿Cómo saber de aquello que no ha sucedido aún? No se sigue sin embargo que debamos abandonar nuestra ilusión de producir efectos. Sabemos que la imposibilidad de un objeto no elimina su necesidad. Solo se trata de aceptar, con educativo entusiasmo, que el tiempo del aprendizaje es otro. Porque en verdad, en las cosas que tienen que ver con el aprendizaje siempre se trata de otra cosa.Lo mismo acontece con la otra pregunta: ¿Cómo se deja de pensar lo que se piensa? Solo podemos argumentar sobre las causas que nos han permitido mudar de convicción, una vez que efectivamente pensamos otra cosa. O quizás deberíamos decir, una vez que creemos en otra cosa. Y la creencia es eso: una atracción aprendida fatalmente.
La fatalidad del aprendizaje atractivo no es sin embargo fatalismo. No se trata de ningún tipo de determinismo sino del carácter inevitable de aquello que una vez ha sucedido. El carácter inexorable del aprendizaje tampoco remite a un destino ya escrito en el cielo. Ni determinismo ni desazón: los cuerpos como las ideas mudan de lugar. Solo se trata de que es posible reconocer aquello que causa el aprendizaje, sólo por sus efectos.Atracción es lo que hay. Pero atracción no es atracción sólo por lo bueno y lo bello. Traer para si, captar y hacer venir. ¿Qué? ¿Cómo saberlo? ¿Cómo saber si nuestra clase despertará, interesará, motivará sin que esto haya sucedido aun? ¿Qué contenido acaso lleva en sí, su ser atractivo?Entonces, una pedagogía Sharon Stone, es aquella que da cuenta de su efecto una vez que este se ha producido. Veremos a aquellos que preferirán llamarla con razón, pedagogía a lo Teresa de Calcuta. La fatalidad atractiva del aprendizaje no debería ser asunto de preocupación. Quizás nos permita llevarnos mejor con nuestro fracaso que como todo el mundo sabe es en rigor un éxito. Si pudiéramos planificar las atracciones, los intereses, los gustos y disgustos, esto no sería un mundo. Lo cierto es que aprendemos, pensamos en cosas distintas y aquí estamos. ¿Y que hacemos mientras tanto?La solución –me decía otro alumno- está en la forma en que el docente aborda la materia. Abordar según el diccionario es entre otras cosas, acercarse a alguien para hablarle. Emprender un asunto difícil. Tomar puerto. Llegar a una costa. Atracar. Correcto. Eso es educar. Dejemos que los vientos hagan su tarea. Mejoremos nuestros barcos y nuestras velas. Por último, no está mal que nos acerquemos a algunos, para hablarles. Acercarles una enseñanza. La idea me evoca un mundo de acercamientos y distanciamientos. Estimo que es una buena forma de comenzar.